“Así fui, desde niño, acostumbrado
al ejercicio de la irrealidad.”
Jaime Gil de Biedma
Los observo reír.
Se abrazan.
Beben.
Únicamente yo
concedo eternidad
a esas conductas.
Juventud. Para ellos
todo es aún la escoria
de los días.
En realidad no existen. Sólo valen
para hacer más robusta la certeza
de que esta soledad
se ceba en el derroche
de sus días.
La vida es la moneda
que me cubre los ojos
para pagar el tránsito al barquero.
Se
me olvidó reír
y ya no abrazo.
Derrocho mis monedas en bebida
porque hoy es la nostalgia
de mis días
la herencia de la envidia y del deseo.