Este libro recoge todas las publicaciones anteriores del autor hasta 1988. Incluye también el libro «Y con esto termino de hablar sobre el amor», que es la reescritura de «La noche y sus consejos», «Muchacho que surgiste» y «Tú mi secreta isla». Todos los libros de esta poesía reunida pueden leerse individualmente en la pestaña "Sala de lectura", en el apartado de cada uno de los títulos.
“Poeta melancólico y elegíaco, Alejandro Céspedes, está en la mejor tradición de la poesía española que viene del 27, pasa por Cántico y por algunos poetas del 50, como Brines o Rodríguez y que continuó en lo mejor de la generación del 70 y los postnovísimos. Poeta de profunda dicción que vive el tiempo y el amor como una perdida continua, intimista, meditativo, equidistante por igual de los llamados poetas de la experiencia y del postclacisismo de los años ochenta, Alejandro Céspedes es un poeta que habla del contenido de su corazón y aspira a que su corazón contenga todos los corazones.
Una obra cuidada de lenguaje que no desdeña a veces la sentimentalidad, pero que no olvida nunca el cuidado del lenguaje y el papel imprescindible de la imaginación en el hecho poético”.
José Infante
La publicación, en 1985, de James Dean, amor que me prohíbes, su primer libro, mostró ya a un poeta maduro, empeñado en construir textos basados en una memoria íntima activada a partir de referentes culturales filtrados por la experiencia.
Poesía en la que el lenguaje está al servicio de un poderoso núcleo emocional y de una permanente lucha por afirmarlo. En esta obra se ve la voluntad de su autor por afinar al máximo su emocionada (y honda) poesía de antes para el lector de hoy".
El País, Babelia; Manuel Rico
“Han pasado diez años de silencio editorial hasta encontrarnos con 'Sobre andamios de humo' que recoge toda su obra poética publicada hasta la fecha, permitiendo así al lector que no lo hubiera leído antes, apreciar la voz de uno de los poetas más hondos, lúcidos y fiel a sus convicciones de la actual poesía de nuestro país.
Céspedes posee ese don imprescindible para un poeta, una voz intensa y personal, que encuentra dentro de sí el asunto de sus meditaciones, porque siguiendo a San Agustín, piensa que 'el más firme conocimiento del saber se encuentra en la propia alma.
Alejandro Céspedes, poeta lo suficientemente sensato para considerar al lector, gracias a la ficción verosímil, ese cómplice necesario de su aventura vital que sienta como suyos el dolor o la alegría, la paz o el desasosiego. Su exploración de la realidad es, de alguna manera, también la nuestra”.
Carlos Alcorta
El Diario Montañés; "Salvación y recompensa", Carlos Alcorta; Edición digital
Andalucía Información; Jorge de Arco
Revista Clarín; José Luis Morante
La opinión de Tenerife; Pedro Flores y Edición digital
Y qué
si me alimento de los muertos
que poblaron mi infancia, mitos rancios
corriendo por los sueños a escondidas
de padres y de amigos,
y hasta a veces de mí
cuando ya no quedaban artimañas
para tener en pie las fantasías.
Y qué
si no soporto esta casa nueva
en la que habitan muertos verdaderos,
padres, hermanos, sórdidos ronquidos
que hieren mortalmente a los fantasmas
que, a fuerza de rezar la noche entera,
consigo que revivan de las revistas porno.
Y qué
si se me antojan las paredes
revestidas de cuerpos tan desnudos
como mi desazón por no poderlos
amar ni sobre el clímax del insomnio.
Y qué
si sueño a veces
con que los basureros,
adornados con flores de hojalata,
recogen los deseos de las bolsas de plástico
y los devuelven íntegros, cumplidos
a sus dueños
y me los traen aquí,
por la ventana abierta,
desnudos como muertos que han bebido
de golpe el alcanfor de mi nostalgia.
Y qué
si ya prefiero esa blancura
de la piel de un cadáver en mis manos
antes que disfrazarme ante los otros
de lo que ellos quieren que yo sea.
Y qué
si necesito unos retretes,
una estación, un parque,
la esquina de una noche,
un cuarto oscuro
donde acudan en busca de trofeos
otro adolescentes engañados.
Y qué
si sólo tengo esta ventana
para mirar un mundo prohibido
que está latiendo siempre en otras manos,
en las sombras que buscan tras las tapias
fundirse sus volúmenes,
en los rastros blancuzcos que entre los soportales
proclaman que la urgencia pudo más que el amor,
que este amor que me agota y que se agota
en las fotos pegadas por el uso
a la siguiente página.
Y qué
si ya no puedo soportarlo.
Si cansado de amar a fotos muertas
introduzco mi aliento en una bolsa
de plástico y aspiro el pegamento,
y en esta irrealidad que me deslumbra
y pone mi cerebro en cuarentena
aprendo a fecundar a los fantasmas
con los que he de vivir
en esta casa nueva, llena, estéril.